El cataclismo de Thera
Entre 1600 y 1500 a.C., la isla de Thera, llamada hoy Santorín, en el archipiélago del mismo nombre, era próspera y gozaba de un nivel de civilización comparable al de Creta. La vida era allí agradable, y sus habitantes, instalados en confortables viviendas, vivían del producto de sus cosechas, de la ganadería y la pesca y de las relaciones comerciales que mantenían con sus vecinos.
Pero Thera, situada en la parte meridional de las Cícladas, es una isla volcánica. Una primera alerta obligó a sus habitantes a abandonarla precipitadamente, pero, tras un largo período de calma, algunos regresaron para reparar la ciudad, destruida en parte por un terremoto: se quitan los escombros de las calles, se refuerzan las paredes de las casas... Sin embargo, ¡el volcán no está dormido! Y mientras los habitantes estaban trabajando, una erupción los obligó a escapar corriendo. Esta vez ya no regresarán. En su huida precipitada sólo tendrán tiempo de llevarse consigo algunos de los bienes más preciados.
En las casas vacías se quedan los objetos de la vida cotidiana: La muela para moler el grano, las pesas para pensar los siglos de los telares, las herramientas de labor y los utensilios de cocina. El cataclismo final se produjo hacia 1500 a.C.: todo el volcán estalló. La parte central de la isla fue engullida por las aguas y Akrotiri quedó sumergida bajo metros de ceniza y piedras pómez.
En las casas vacías se quedan los objetos de la vida cotidiana: La muela para moler el grano, las pesas para pensar los siglos de los telares, las herramientas de labor y los utensilios de cocina. El cataclismo final se produjo hacia 1500 a.C.: todo el volcán estalló. La parte central de la isla fue engullida por las aguas y Akrotiri quedó sumergida bajo metros de ceniza y piedras pómez.
Gracias a las espectaculares excavaciones realizadas a partir de 1960 en Akrotiri, la ciudad cretomicénica sepultada bajo las cenizas, Thera ha desvelado finalmente sus secretos. Algunos de los objetos encontrados en ella muestran la influencia de la civilización cretense, otros subrayan la originalidad de los habitantes de Thera, cuya visión de la naturaleza no es tan ensoñadora como la de los artistas cretenses. Sus delfines, sus golondrinas, sus flores de azafrán o sus racimos de uvas no están representados en un paisaje irreal. La naturaleza se refleja sobriamente en la panza de las vasijas.
Los micénicos
En la última fase de la Edad del Bronce (1600-1100 a.C.) la civilización micénica era una de las más brillantes del mundo mediterráneo. El comercio era uno de los motivos de su esplendor. Y la sociedad estaba bien organizada, con una administración compleja que se conoce por las tablillas del lineal B. Añádense a ello los perfeccionados conocimientos técnicos que permitían edificar puentes, ciudadelas, tumbas de 《tholos》(de forma circular)... Y realizar trabajos de drenaje y de irrigación. Aunque los micénicos se inspiraban ante todo en los cretenses, su arte y su religión presentan algunos rasgos específicos. Sentían predilección por los complejos arquitectónicos poderosos y ordenados. Su espíritu guerrero se trasluz en las armas y los arreos que los acompañan en la tumba.
Al apogeo de los años 1500 a 1300 a.C. Le sucede un período muy agitado. Las fortificaciones en tierra firme se refuerzan. Los pueblos del mar obstaculizan los intercambios marítimos entre los micénicos y el Próximo Oriente. Después de la expedición contra Troya (1184 a.C.), las incursiones enemigas y las catástrofes naturales debilitan el país. Grandes centros son destruidos, y regiones enteras se repliegan sobre sí mismas. La Edad del Hierro comenzará hacia 1050 a.C. Pero las ciudades que se han librado del desastre, como Atenas, sólo renacerán, tras un prolongado letargo, tres siglos más tarde. Se vuelven a utilizar las vías de los micénicos y se reemprenden las relaciones con Oriente.
Al apogeo de los años 1500 a 1300 a.C. Le sucede un período muy agitado. Las fortificaciones en tierra firme se refuerzan. Los pueblos del mar obstaculizan los intercambios marítimos entre los micénicos y el Próximo Oriente. Después de la expedición contra Troya (1184 a.C.), las incursiones enemigas y las catástrofes naturales debilitan el país. Grandes centros son destruidos, y regiones enteras se repliegan sobre sí mismas. La Edad del Hierro comenzará hacia 1050 a.C. Pero las ciudades que se han librado del desastre, como Atenas, sólo renacerán, tras un prolongado letargo, tres siglos más tarde. Se vuelven a utilizar las vías de los micénicos y se reemprenden las relaciones con Oriente.
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