El carlismo es un movimiento sociopolítico de carácter
antiliberal y contrarrevolucionario que apareció en España a comienzos del
siglo XIX como rechazo a la implantación de una sociedad y un Estado liberal y
que sobrevive aún. Ha tenido gran importancia en la historia contemporánea
española.
1.- Orígenes del carlismo. La palabra "carlismo"
aparece a fines del reinado de Fernando VII pero el movimiento entronca con los
diputados "serviles" de las Cortes de Cádiz y los realistas que en el
Trienio Liberal (1820-1823) formaron partidas en el norte de España y un
organismo político, la Regencia de Urgel (1822). En la Década Absolutista
(1823-33) los realistas puros o ultras vieron mal las tímidas reformas
económicas iniciadas por el rey y se sublevaron en Cataluña (los Malcontents o
agraviados -1827-), surgiendo también los Voluntarios Realistas dispuestos a
velar por la fe y el absolutismo.
Estos realistas exaltados o apostólicos se convirtieron en
carlistas a causa del pleito desencadenado por la sucesión de Fernando VII. El
nombre deriva de los que se agruparon en torno a Carlos Mª Isidro, hermano del
rey y heredero del trono, ya que Fernando no tenía hijos. En 1830 Mª Cristina,
cuarta esposa de éste, tuvo una hija, Isabel. Se originó una grave cuestión
sucesoria, ya que estaba vigente el Auto Acordado de 1713 entre Felipe V y las
Cortes que establecía la preferencia en la sucesión de los varones sobre las
mujeres. En 1830 Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, aprobada por
Carlos IV en 1789 pero no promulgada, que abolía el Auto Acordado. Los
realistas se insurreccionaron y el rey desterró a su hermano a Portugal. Los
liberales apoyaron a Isabel. Fernando VII falleció en 1833 dejando a su hija
Isabel, de tres años de edad, como heredera del trono y a Mª Cristina como
regente. D. Carlos publicó un manifiesto y se proclamó rey (Carlos V). Así
comenzó la primera guerra carlista
2.- El carlismo: ideología y bases sociales. No era sólo una
cuestión dinástica sino un enfrentamiento entre dos modelos de sociedad:
Antiguo Régimen frente a liberalismo. El carlismo es un movimiento
contrarrevolucionario, tradicional y que rechaza el nuevo orden liberal:
libertades económicas, la laicización y la uniformidad territorial y jurídica.
Defienden el tradicionalismo, la monarquía absoluta de origen divino
(legitimismo) y la primacía de la Iglesia católica. Como reza su lema
"Dios, Patria, Rey y Fueros", defendían el foralismo (sus fueros y
privilegios tradicionales: sistema de justicia, instituciones propias y
exención fiscal y de quintas).
El carlismo presenta una enorme complejidad social.
Amalgamaba la protesta de distintos sectores: la nobleza rural y la mayor parte
del clero, molestos por la eliminación del diezmo y las desamortizaciones. Un
sector del ejército y de las élites. Artesanos rurales y urbanos y campesinos
empobrecidos del País Vasco, Navarra y zonas montañosas de Cataluña, Aragón y
Valencia - regiones con rasgos arcaicos y escasas posibilidades de evolución-
perjudicados por las desamortizaciones y el nuevo sistema fiscal; sufrían
algunas consecuencias negativas de la implantación del capitalismo liberal y
veían amenazadas sus costumbres. Por el contrario la alta nobleza, la jerarquía
eclesiástica, la mayor parte del ejército, la burguesía y los trabajadores
urbanos se mantuvieron fieles a Isabel II.
3.- Las guerras carlistas. La primera (1833-39), al morir
Fernando VII los carlistas forman partidas que dominan las zonas rurales del
País Vasco, Navarra y Cataluña, usando la táctica de guerrillas. Las ciudades
permanecen fieles a Isabel II. Se distinguen tres fases:
1ª. De 1833-35. Los liberales reaccionaron tarde y el
general Zumalacárregui consiguió aglutinar a los Voluntarios Realistas y las
partidas dispersas en un ejército regular carlista, controlando el medio rural
del País Vasconavarro. La guerra se caracterizó por su brutalidad. Puso sitio a
Bilbao, donde resultó herido y murió.
2ª. 1835-37. Hubo equilibrio de fuerzas entre los dos
bandos. En Aragón y el Maestrazgo el general Cabrera organizó guerrillas. El
ejército cristino logró la victoria de Mendigorría. Los carlistas organizaron
expediciones militares, para extender la insurrección, como la del general
Gómez (1836) y la del propio pretendiente, D. Carlos, que llegó a las puertas
de Madrid en 1837. Ambos bandos contaban con apoyos internacionales: las
absolutistas Austria, Rusia y Prusia ayudaban a los carlistas, e Inglaterra,
Portugal y Francia a los liberales, enviando tropas, armas y dinero. Los
carlistas fracasaron en el sitio de Bilbao, derrotados por el general Espartero
en el puente de Luchana.
3ª. El cansancio por la incapacidad de derrotar al enemigo
llevó a la escisión de los carlistas en transaccionistas- partidarios de acabar
la guerra- y exaltados. Espartero llegó a un acuerdo con el general carlista
Maroto, en el Convenio de Vergara (1839): se acordó la integración del ejército
carlista en el isabelino y la promesa de la negociación de los fueros en
Navarra y País Vasco. Sólo Cabrera resistió en el Maestrazgo casi un año hasta
su derrota final en 1840 y se exilió a Francia.
La segunda guerra carlista (1846-49), desencadenada por el
fracaso del enlace entre Isabel II y Carlos VI, hijo de Carlos Mª Isidro, es conocida
como guerra dels matiners (madrugadores). Tiene como escenario Cataluña y
Levante e interviene Cabrera. El carlismo es derrotado. Continuaron
sublevaciones carlistas, como el frustrado pronunciamiento de Carlos VI en San
Carlos de la Rápita (Castellón) en 1860.
La tercera guerra (1872-1876) la inició Carlos VII, nieto de
Carlos Mª Isidro. Tras la revolución del 68 habían querido convertirse en una
alternativa para las clases conservadoras frente al régimen democrático y
moderó sus formas y lenguaje. Nació un partido: la Comunión
Católico-Monárquica. Pero la elección de un rey extranjero, Amadeo I, les lanzó
a la guerra cuyo escenario fue el País Vasco, Navarra y Cataluña. Don Carlos
logró victorias, como Eraul, Montejurra y Abárzuza pero no consiguió ocupar
Bilbao. Creó una estructura estatal en Estella (Navarra), emitiendo moneda. Su
derrota por Martínez Campos, en la Restauración de Alfonso XII, supuso la
supresión de los fueros e instituciones del País Vasco (1876), aunque conservó
la autonomía fiscal por los conciertos económicos (1878).
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